La inflamación no es más que la respuesta del organismo a un estímulo perjudicial. Este desencadenante puede proceder del interior o del exterior del organismo.
El sufijo griego «-itis», en italiano «ite», designa la inflamación de diversas partes del cuerpo, por ejemplo, los distintos órganos, el tejido conjuntivo, el sistema inmunitario o los vasos sanguíneos.
En consecuencia, gastritis es el nombre de la inflamación del estómago. La enteritis afecta al intestino, mientras que la artritis se refiere a la inflamación de una articulación.
Si afecta a la piel, se denomina dermatitis, mientras que la infección de oído se llama otitis. La inflamación también puede afectar al músculo cardíaco, en la enfermedad llamada miocarditis.
Por último, existe una inflamación de los tejidos de uno o ambos pulmones y, de forma más general, del aparato respiratorio, denominada neumonía.
Un pequeño estímulo procedente del exterior o del interior no desencadena la inflamación. Debe ser un estímulo mayor el que haga reaccionar al organismo mediante mecanismos de defensa. Puede tratarse de fricción, presión o lesión.
La inflamación también puede producirse cuando el metabolismo no funciona correctamente y se desarrollan productos nocivos, como cristales de ácido úrico.
El frío excesivo, pero también el calor, pueden ser factores desencadenantes, al igual que la radiación infrarroja y UV. Si los álcalis o los ácidos afectan al organismo, también es otra posible causa.
Los alérgenos pueden desencadenar reumatismo y enfermedades autoinmunes con consecuencias inflamatorias.
Entre los posibles desencadenantes también están los hongos y virus nocivos, así como las bacterias y los parásitos. La inflamación de la mucosa oral, en particular, puede estar causada por hongos, pero también por virus y bacterias. Otros culpables, sin embargo, pueden ser también alergias o reacciones de intoxicación.
El alcohol y la nicotina son otros factores que pueden causar inflamación en la cavidad bucal. Pero la carencia de vitaminas y la reacción a determinados medicamentos también se consideran factores desencadenantes.
Los síntomas de la inflamación pueden ser hinchazón, dolor, enrojecimiento e incluso sensación de calor en las zonas afectadas. Cuando el órgano en cuestión deja de funcionar correctamente, hay que evaluar al menos si hay inflamación o no.
Si los vasos de la zona inflamada segregan líquido, puede tratarse de un líquido proteínico, como en el caso de las ampollas de las quemaduras. En caso de infección, aparece pus, y en caso de tumores malignos, también un líquido que contiene sangre.
Hay inflamaciones crónicas, así como inflamaciones agudas que se producen espontáneamente. Si los síntomas inflamatorios tienden a reaparecer, se denominan recurrentes.
En muchos casos, la inflamación se extiende por todo el cuerpo, pero si permanece confinada en una determinada zona del cuerpo, se trata de una inflamación local.
Quien sufre inflamación de la mucosa del estómago se da cuenta de ello inmediatamente después de comer. Le duele el estómago y tiene una sensación de náusea inminente. Si la inflamación se produce en una determinada parte del cuerpo, puede ocurrir que la fiebre afecte a todo el organismo. Además, a menudo puede detectarse un descenso de los glóbulos blancos en la sangre.
Muchas inflamaciones tienden a curarse completamente sin ninguna consecuencia. Sin embargo, las inflamaciones de la piel suelen dejar cicatrices.
Los adolescentes durante el periodo de pubertad, por ejemplo, manifiestan este fenómeno con la aparición de acné. Pero incluso cuando se diagnostica una inflamación del músculo cardíaco, pueden aparecer cicatrices durante la fase de curación de la inflamación.
La inflamación puede tratarse adecuadamente eliminando el factor desencadenante. Si se debe a una causa mecánica, el enfriamiento o incluso la inmovilización pueden ayudar muy a menudo.
Detener la irritación suele conducir a la mejoría. Medicamentos como la cortisona pueden ayudar, ya que son antiinflamatorios. Además, también puede aplicarse zinc externamente en la zona inflamada. Si se identifica una bacteria como desencadenante, los antibióticos pueden ser especialmente eficaces para combatirla.
Cuando el organismo no es capaz de combatir adecuadamente la inflamación, pueden producirse enfermedades graves, como asma, Alzheimer, enfermedades intestinales, diabetes o artritis.
Una ingesta adecuada de vitaminas refuerza el sistema inmunitario y hace que el cuerpo se vea menos afectado por la inflamación, permitiéndole combatirla eficazmente cuando se produce.
La curcumina, el principio activo amarillo de la cúrcuma india, tiene un largo historial de prevención y lucha contra la inflamación. Protege las células del organismo gracias a sus propiedades antibacterianas, antifúngicas, antiinflamatorias y antioxidantes.
El incienso, que procede de la resina del árbol Boswellia serrata, se utiliza en la medicina ayurvédica desde hace miles de años.
El principal responsable de su especial acción antiinflamatoria es el ácido boswélico AKBA, que, al unirse a la enzima 5-LOX del organismo, impide la formación de leucotrienos proinflamatorios.
Los ácidos grasos omega-3 y el aceite de krill también poseen efectos antioxidantes, que reducen la inflamación en todo el organismo.
En un estudio, se demostró también que la astaxantina, el antioxidante más potente, reducía la proteína C reactiva (nivel de inflamación en la sangre) en un 20% en sólo 8 semanas.
Un estilo de vida consciente reduce por sí mismo la probabilidad de inflamación. Los productos corrosivos y tóxicos deben tratarse con mucha precaución. Incluir muchas vitaminas en la dieta refuerza las defensas del organismo. También hay que evitar el exceso de alcohol y nicotina.